jueves, 12 de junio de 2014

Vive una auténtica Navidad

Tardío, pero el mensaje es válido en cualquier época del año... este escrito también se publicó en Revista Amiga de diciembre de 2013:

“Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”

Navidad significa literalmente nacimiento (del latín natívitas) y nos recuerda el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, siendo así, junto con Semana Santa, una de las fiestas más importantes del año para nosotros.
Sin embargo, la modernidad se ha encargado de vaciar de su contenido más profundo a esta celebración cristiana para volverla a su vieja significación pagana y así vemos una Navidad donde se celebra a todos y a todo, menos a Nuestro Señor Jesucristo; vemos una fiesta llena de símbolos paganos, como los pinos, las esferas, las luces, las estrellas, con excesos que parecen verdaderos bacanales, sumamente mercantilizada, cuyo centro es hacer compras para regalar a la familia y a los amigos cosas materiales.
Y en contraste vemos cada vez más relegado el Niño Dios, a la Virgen, a San José, al pesebre, a los pastores, a los ángeles y, en suma, al auténtico espíritu cristiano, que no debe reducirse a sólo dar cosas materiales.
La Navidad es una fiesta religiosa, es decir, es una celebración que debe recordarnos nuestra relación con Dios y sólo desde este punto de vista podemos captar su auténtico sentido.
El nacimiento de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, es el evento más significativo de la historia humana, tanto así que en el calendario marca un antes y un después. Y no es sólo un evento histórico, reconocido incluso por los detractores, sino que es un evento que nos afecta personalmente a todos y cada uno de los seres humanos, a los que han existido, a los que existen y a los que existirán hasta el fin de la historia, sean o no creyentes.
Jesucristo es la imagen de Dios invisible, primogénito de la creación, pues por Él fueron creadas todas las cosas, en atención a Él mismo y Él se encargó de reconciliar la creación con su creador, restableciendo la paz entre Dios y los hombre por medio de la sangre que derramó en la cruz (Colosenses 1:15-20). Luego, su nacimiento es ante todo una prenda de paz para los hombres y mujeres de buena voluntad.
El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo es un don para nosotros y es al mismo tiempo una lección que nos enseña que no basta con dar cosas materiales, sino que es necesario darnos nosotros mismos a los demás. ¿Qué cosa más valiosa tenemos para dar a nuestra familia y a nuestros amigos que nosotros mismos? Claro que una dadiva así requiere de valentía, de nobleza, de generosidad, pero sobretodo requiere de auténtica caridad, de verdadero amor a Dios y a nuestro prójimo y para eso nació Cristo, para darnos ejemplo de cómo debemos amar.
Eso es lo que debemos celebrar cada Navidad y ese el auténtico espíritu que nos debe animar, no sólo en Navidad, sino siempre, en cada instante de nuestra vida.

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